El Camino del Guerrero



 “Siempre te sientes obligado a explicar tus actos, como si fueras el único hombre que se equivoca en la tierra. Es tu viejo sentimiento de importancia. Tienes demasiada; también tienes demasiada historia personal. Por otra parte, no te haces responsable de tus actos; no usas tu muerte como consejera y, sobre todo, eres demasiado accesible. En otras palabras, tu vida sigue siendo el desmadre que era cuando te conocí "   

Don Juan Matus, julio 1961 (Viaje a Ixtlán)

 

 

El camino del guerrero en mi opinión es, sin duda, la parte más importante de las enseñanzas toltecas. 

Es la goma que une todo el conocimiento. Sin el camino del guerrero, como bien decía don Juan, es imposible soportar las envestidas de lo absoluto. 

 

Estas pautas de comportamiento, esta visión del mundo, sirven al aprendiz de apoyo y sustento en los difíciles procesos por los que pasa en el camino hacia el conocimiento. Sin él estaría perdido, y su ánimo podría perderse en el mar del infinito, y hasta verse abocado a la locura, la muerte, o lo que es aún peor perderse en los mundos del Nagual por un tiempo tan largo que es difícil de entender para nuestra racionalidad.

 

Don Juan guió lenta y metódicamente la conciencia de Castaneda para que se enfocara cada vez más intensamente en una elaboración abstracta del concepto de guerrero, una elaboración que llamaba el camino del guerrero o la senda del guerrero. Explicaba que el camino del guerrero es un armazón de ideas establecido por los chamanes del México antiguo. Tal construcción deriva de la capacidad que tenían aquellos chamanes de ver la energía tal como fluye libremente en el universo. Por esa razón, el camino del guerrero es un soberbio conglomerado de hechos energéticos, de verdades irreductibles determinadas exclusivamente por la dirección del flujo de energía del universo. 

 

Don Juan afirmaba categóricamente que no hay nada en esa estructura que pueda objetarse, nada que pueda ser cambiado. Es una estructura perfecta en sí misma y por sí misma, y cualquiera que siga ese camino se ve acorralado por hechos energéticos que no admiten discusión ni especulaciones acerca de su función o valía. Aquellos antiguos chamanes lo llamaron el camino del guerrero porque su estructura abarca todas las posibilidades vitales que un guerrero puede hallar en la senda del conocimiento. Fueron absolutamente meticulosos y metódicos en la búsqueda de tales posibilidades. De hecho fueron capaces de incluir en su mapa abstracto todo lo humanamente posible. 

 

Podemos comparar el camino del guerrero con una estructura, siendo cada uno de los elementos de esta estructura un dispositivo de sustentación cuya única función consiste en sostener la psique del guerrero en su papel de chamán iniciado, y así facilitar sus movimientos y dotarlos de significado. El camino del guerrero es una construcción esencial sin la cual los chamanes iniciados naufragarían en la inmensidad del universo. Don Juan decía que el camino del guerrero es la obra maestra de los chamanes del México antiguo. Lo consideraba su aporte más importante, la esencia de su sobriedad. Conversando con Castaneda:

 

¿Es el camino del guerrero tan abrumadoramente importante, don Juan?  -le preguntaba Castaneda.

Y don Juan respondía: “Decir «abrumadoramente importante» es un eufemismo. El camino del guerrero lo es todo. Es el arquetipo de la salud física y mental”. No podía explicarlo de ningún otro modo. El hecho de que los chamanes del México antiguo creasen una estructura así significaba para él que habían alcanzado la cima de su poder, la cumbre de su felicidad, la cúspide de su júbilo. 

 

Por tanto, todo lo que vamos a aprender y las experiencias por las que vamos a pasar van a teñirse del ánimo del guerrero y como entenderéis más adelante, deberán confluir en el camino con corazón que escojamos.

 

A mi entender el camino del guerrero tiene ocho pilares básicos divididos en dos categorías que son:

 

Gasto de energía

 

- La historia personal.

- La importancia personal.

- Las rutinas.

- Ponernos al alcance.

 

Ahorro de energía

 

- Tener a la muerte como consejera.  

- Hacernos responsables de nuestros actos.

- El ánimo del guerrero.

- El camino con corazón

Borrar la historia personal

Don Juan decía a Castaneda que él no tenía ninguna historia personal. Un día descubrió que la historia personal ya no le era necesaria y la dejó, igual que dejó la bebida. La dejó un día cuando sintió que ya no era necesaria. 

Primero hay que tener deseo de dejarla, y luego tiene uno que cortársela armoniosamente, poco a poco.

 

El viejo decía: “- No sabes quién soy, ¿verdad?, jamás sabrás quién soy ni qué soy, porque no tengo historia personal.” (viaje a Ixtlán)

 

Las personas cercanas a nosotros piensan cosas de nosotros, conocen todo lo nuestro. Así pues, nos tienen resueltos por completo. Saben quiénes somos y que hacemos, y no hay poder sobre la tierra que les haga cambiar de parecer. Todos cuantos nos conocen tienen una idea sobre nosotros, y alimentamos esa idea con todo cuanto hacemos. Debemos renovar nuestra historia personal contando a nuestros padres, o a nuestros parientes y a nuestros amigos todo cuanto hacemos. En cambio, si no tenemos historia personal, no se necesitan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con nuestros actos. Y sobre todo, nadie nos amarra con sus pensamientos.

Vale más borrar toda historia personal, porque eso nos libera de la carga de los pensamientos ajenos.

 

El secreto de don Juan era que nadie conocía su historia personal. Nadie sabía quién era ni que hacía. Ni siquiera él.

 

¿Cómo podemos saber quiénes somos, cuando somos todo esto?” –Decía don Juan, barriendo el entorno con un gesto de su cabeza. Poco a poco tenemos que crear una niebla a nuestro alrededor; debemos borrar todo cuanto nos rodea hasta que nada pueda darse por hecho, hasta que nada sea ya cierto. Nuestro problema es que somos demasiado ciertos. Nuestras empresas son demasiado ciertas; nuestros humores son demasiado ciertos. No tomemos las cosas por hechas. Debemos empezar a borrarnos.

 

Podemos empezar por lo fácil, como no revelar lo que verdaderamente hacemos. Luego debemos dejar a todos los que nos conozcan bien. Así construiremos una niebla a nuestro alrededor. El problema es que una vez que la gente nos conoce, nos dan por hecho, y desde ese momento no podemos ya romper el lazo de sus pensamientos. A don Juan en lo personal le gustaba la libertad ilimitada de ser desconocido.

 

Cuando uno no tiene historia personal, nada de lo que dice puede tomarse como una mentira. Nuestro problema es que tenemos que explicarle todo a todos, por obligación, y al mismo tiempo queremos conservar la frescura, la novedad de lo que hacemos. Bueno, pues como no podemos sentirnos estimulados después de explicar todo lo que hemos hecho, decimos mentiras para seguir en marcha. De ahora en adelante, debemos simplemente enseñarle a la gente lo que queremos enseñarle, pero sin decirles nunca con exactitud cómo lo hemos hecho.

 

Don Juan decía: “Sólo tenemos una alternativa, o tomamos todo por cierto, o no. Si hacemos lo primero, terminamos muertos de aburrimiento con nosotros mismos y con el mundo. Si hacemos lo segundo y borramos la historia personal, creamos una niebla a nuestro alrededor, un estado muy emocionante y misterioso en el que nadie sabe por dónde va a saltar la liebre, ni siquiera nosotros mismos.”  Cuando nada es cierto nos mantenemos alerta, de puntillas todo el tiempo. Es más emocionante no saber detrás de cuál matorral se esconde la liebre, que portarnos como si conociéramos todo.

Un guerrero detecta en el pasado sus promesas o decretos y los cambia.

 

La técnica principal para acabar con la historia personal es la Recapitulación.

Perder la importancia personal

Un guerrero nunca se enoja con nadie, ningún ser humano puede hacer nada lo bastante importante para enojar a un guerrero. Uno se enoja con la gente cuando siente que sus actos son importantes. Un guerrero ya no siente eso.

Pensar demasiado en uno mismo, da una fatiga extraña que te hace cerrarte al mundo que te rodea y agarrarte de tus razones. Y eso te lleva solo a tener problemas.

La razón por la que un aprendiz se asusta y sale corriendo de sus experiencias en busca del conocimiento, es porque se siente más importante de lo que creé. Sentirse importante lo hace a uno pesado, rudo y vanidoso. Para ser hombre de conocimiento se necesita ser liviano y fluido. 

 

Don Juan decía a Castaneda: “Te tomas demasiado en serio. Te das demasiada importancia. ¡Eso hay que cambiarlo! Te sientes de lo más importante, y eso te da pretexto para molestarte con todo. Eres tan importante que puedes marcharte así nomás si las cosas no salen a tu modo. Sin duda piensas que con eso demuestras tener carácter. ¡Eres débil y arrogante! La arrogancia es otra cosa que hay que dejar, lo mismo que la historia personal

 

Es importante perder la arrogancia. Mientras nos sintamos lo más importante del mundo, no podemos apreciar de verdad el mundo que nos rodea. Somos como un caballo con anteojeras, nada más nos vemos nosotros mismos, ajenos a todo lo demás.

Don Juan hablaba con sus amiguitas las plantitas, él explicaba que no importa lo que le digas a una planta. Lo mismo da que inventemos las palabras; lo importante es sentir que te cae bien y tratarla como tu igual. Decía que alguien que corta plantas debe disculparse cada vez por hacerlo, y asegurarles que algún día su propio cuerpo les servirá de alimento. Con que, a fin de cuentas, las plantas y nosotros estamos a la par. Ni ellas ni nosotros tenemos más ni menos importancia.

 

Don Juan aconsejaba no tener remordimiento por nada de lo que hayamos hecho, porque aislar los propios actos llamándolos mezquinos, feos o malos era darse una importancia injustificada.

 

Empleamos la mayor parte de nuestra fuerza en mantener nuestra importancia, y nuestro desgaste más pernicioso es la compulsiva presentación y defensa del yo; la preocupación acerca de ser o no admirados, queridos, o aceptados. Si fuera posible perder algo de esa importancia, dos cosas extraordinarias nos ocurrirían. Una, liberaríamos nuestra energía de tener que fomentar y sustentar la ilusoria idea de nuestra grandeza; y dos, nos proveeríamos de suficiente energía para entrar en la segunda atención y vislumbrar la verídica grandeza del universo.

 

La fuerza más interesante que pone la vida a nuestro alcance para perder nuestra importancia personal es el Pinche Tirano.

 

Pinches Tiranos

 

Un pinche tirano es un torturador. Alguien que tiene el poder de acabar con los guerreros, o alguien que simplemente les hace la vida imposible. De conformidad con sus prácticas humorísticas los nuevos videntes juzgaron correcto encabezar su clasificación con la fuente primaria de energía, el único y supremo monarca en el universo, y le llamaron simplemente el Tirano. Naturalmente, encontraron que los demás déspotas y autoritarios quedaban infinitamente por debajo de la categoría de tirano. Comparados con la fuente de todo, los hombres más temibles son bufones, y por lo tanto, los nuevos videntes los clasificaron como pinches tiranos. La segunda categoría consiste en algo menor que un pinche tirano. Algo que llamaron los pinches tiranitos; personas que hostigan e infligen injurias, pero sin causar de hecho la muerte de nadie. A la tercera categoría le llamaron los repinches tiranitos o los pinches tiranitos chiquititos, y en ella pusieron a las personas que sólo son exasperantes y molestos a más no poder.

 

La estratagema de usar a un pinche tirano es eficaz e ingeniosa. No sólo elimina la importancia personal, sino que también prepara a los guerreros para entender que la impecabilidad es lo único que cuenta en el camino del conocimiento. Don Juan decía que la estrategia de los nuevos videntes era una maniobra mortal en la cual el pinche tirano es como una cúspide montañosa, y los atributos del ser guerrero (que son cinco: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el Intento)  son como enredaderas que trepan hasta la cima. Explicaba que para enfrentarse a un pinche tirano se debía usar una estrategia utilizando estos cuatro atributos.

 

Generalmente solo se usan los primeros cuatro atributos. El quinto, el intento, se reserva siempre para la última confrontación, como diríamos, para cuando los guerreros se enfrentan al pelotón de fusilamiento. Esto se debe a que el intento pertenece a otra esfera, a la esfera de lo desconocido. Los otros cuatro pertenecen a lo conocido, exactamente donde se encontramos a los pinches tiranos. De hecho, lo que convierte a los seres humanos en pinches tiranos es precisamente el obsesivo manejo de lo conocido.

 

Sólo los videntes que son guerreros impecables y que tienen control sobre el intento logran el engranaje de todos los cinco atributos. Una acción de esa naturaleza es una maniobra suprema que no puede realizarse en el nivel humano de todos los días. Cuatro atributos es todo lo que se necesita para tratar con los peores pinches tiranos. Claro está, siempre y cuando se haya encontrado a un pinche tirano. El pinche tirano es el elemento externo, el que no podemos controlar y el elemento que es quizás el más importante de todos.

El benefactor de don Juan siempre decía que el guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado. Su filosofía era que si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo.

 

Explicaba que uno de los más grandes logros de los videntes de la época colonial fue un esquema que él llamaba la progresión de tres vueltas. Los videntes, al entender la naturaleza del hombre, llegaron a la conclusión indisputable de que si uno se las puede ver con los pinches tiranos, uno ciertamente puede enfrentarse a lo desconocido sin peligro, y luego incluso, uno puede sobrevivir a la presencia de lo que no se puede conocer. La reacción del hombre común y corriente es pensar que debería invertirse ese orden. Es natural creer que un vidente que se puede enfrentar a lo desconocido puede, por cierto, hacer cara a cualquier pinche tirano. Pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios videntes de la antigüedad fue esa suposición. Es sólo ahora que lo sabemos. Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Solo bajo esas circunstancias pueden los guerreros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer.

  

Los nuevos videntes consideraban que habían cuatro pasos en el camino del conocimiento. El primero es el paso que dan los seres humanos comunes y corrientes al convertirse en aprendices. Al momento que los aprendices cambian sus ideas acerca de sí mismos y acerca del mundo, dan el segundo paso y se convierten en guerreros, es decir, en seres capaces de la máxima disciplina y control sobre si mismos. El tercer paso, que dan los guerreros, después de adquirir refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno, es convertirse en hombres de conocimiento. Cuando los hombres de conocimiento aprenden a ver, han dado el cuarto paso y se han convertido en videntes.

El refrenamiento es esperar con paciencia, sin prisas, sin angustia; es una sencilla y gozosa retención del pago que tiene que llegar. Un guerrero sabe que está esperando y sabe qué es lo que espera. Precisamente en eso radica el gran regocijo de ser guerrero.

 

La habilidad de escoger el momento oportuno es una cualidad abstracta que pone en libertad todo lo que está retenido. Control, disciplina y refrenamiento son como un dique detrás del cual todo está estancado. La habilidad de escoger el momento oportuno es la compuerta del dique.

El error de cualquier persona que se enfrenta a un pinche tirano es no tener una estrategia en la cual apoyarse; el defecto fatal es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los pinches tiranos. Los guerreros por otra parte, no sólo tienen una estrategia bien pensada, sino que están también libres de la importancia personal. Lo que acaba con su importancia personal es haber comprendido que la realidad es una interpretación que hacemos. Ese conocimiento fue la ventaja definitiva que los nuevos videntes tuvieron sobre los españoles.

 

Refrenamiento significa retener con el espíritu algo que el guerrero sabe que justamente debe cumplirse. No significa que el guerrero ande por ahí pensando en hacerle mal a alguien, o planeando cómo vengarse y saldar cuentas. El refrenamiento es algo independiente. Mientras el guerrero tenga control, disciplina y la habilidad de escoger el momento oportuno, el refrenamiento asegura que recibirá su completo merecido quienquiera que se lo haya ganado.

 

Los nuevos videntes usaban a los pinches tiranos no sólo para deshacerse de su importancia personal sino también para lograr la muy sofisticada maniobra de desplazarse fuera de este mundo. 

Hoy en día, por supuesto, los guerreros siempre tienen la oportunidad de retroceder, luego reponerse y después volver. Pero el problema de la derrota moderna es de otro género. El ser derrotado por un repinche tiranito no es mortal sino devastador. En sentido figurado, el grado de mortandad de los guerreros es elevado. Con esto quiero decir que los guerreros que sucumben ante un repinche tirano son arrasados por su propio sentido de fracaso. Para don Juan eso equivalía a una muerte figurada. Cualquiera que se une al pinche tirano queda derrotado. El enojarse y actuar sin control o disciplina, el no tener refrenamiento es estar derrotado. Cuando los guerreros son derrotados o bien se reagrupan y vuelven a la pelea con más tino, o dejan el camino del guerrero y se alinean de por vida a las filas de los pinches tiranos.

Acabar con las Rutinas

Don Juan instruyó a Castaneda en este punto poniéndole como ejemplo la cacería. Decía que un buen cazador sobre todo conoce una cosa: las rutinas de su presa. Eso es lo que hace un buen cazador.  Ser cazador es mucho más que sólo atrapar animales. Un cazador digno de serlo no captura animales porque pone trampas, ni porque conoce las rutinas de su presa, sino porque él mismo no tiene rutinas. Esa es su ventaja. No es de ningún modo cómo los animales que persigue, fijos en rutinas pesadas y en caprichos previsibles; es libre, fluido, imprevisible.

 

Para poder ser cazadores, guerreros, debemos romper las rutinas de nuestra vida. Podemos aprender rápido a cazar y así podemos ver que somos como nuestras presas, fáciles de predecir.

Podemos observar las costumbres de los animales en la naturaleza. Comen y beben en ciertos lugares, anidan en determinados sitios, dejan sus huellas en determinada forma; de hecho, un buen cazador puede prever o reconstruir todo cuanto hacen. Nosotros nos portamos como las presas de un cazador.  Ahora bien, el propósito de un guerrero, que conoce todo esto, es dejar de ser él mismo una presa.

 

  • Un guerrero lucha por parar su dialogo interno: Sostenemos una conversación interna. Pensemos en eso. Cuándo estamos solos hablamos con nosotros mismos. Nos hablamos de nuestro mundo. Es más, mantenemos nuestro mundo con nuestra conversación interna. Cuando terminamos de hablar con nosotros mismos, el mundo es siempre como debería ser. Lo renovamos, lo encendemos de vida, lo sostenemos con nuestra conversación interna. No sólo eso, sino que también escogemos nuestros caminos al hablarnos a nosotros mismos. De allí que repetimos las mismas preferencias una y otra vez hasta el día en que morimos, porque seguimos repitiendo la misma conversación interna una y otra vez. Un guerrero se da cuenta de esto y lucha por parar su habladuría. Don Juan decía a Castaneda que antes que nada debía usar sus oídos a fin de quitar a sus ojos parte de la carga. Añadía que desde que nacemos usamos los ojos para juzgar el mundo. Hablamos a los demás, y nos hablamos a nosotros mismos, acerca de lo que vemos. Un guerrero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.Un guerrero se da cuenta de que el mundo cambiará tan pronto como deje de hablarse a sí mismo y debe estar preparado para esa sacudida monumental. Don Juan decía que el mundo es así y así o asá sólo porque nos decimos a nosotros mismos que esa es su forma. Si dejamos de decirnos que el mundo es así y asá, el mundo deja de ser así y asá. Un aprendiz debe empezar despacio a deshacer el mundo.
  • Un guerrero utiliza los no haceres para tener un cuerpo fuerte y para parar el mundo: El secreto de un cuerpo fuerte no consiste en lo que hacemos sino en lo que no hacemos. No hacer lo que sabemos hacer es la clave del poder. El primer paso deliberado para juntar poder personal es permitir al cuerpo “no hacer”. Una vez alcanzado un cierto nivel de poder personal, se hace innecesario el ejercicio o cualquier entrenamiento físico, ya que, para hallarse en plena forma, la única práctica necesaria es la de no hacer. En tono dramático, don Juan decía que el bienestar es una condición que debe cultivarse, una condición con la que uno tiene que familiarizarse para buscarla. No sabemos lo que es porque nunca lo hemos sentido. Lo único que sabemos buscar es un sentimiento de desorientación, malestar y confusión. Aseguraba que para lograr la hazaña de sentirnos desdichados, debemos trabajar en forma muy intensa, y que es absurdo el que nunca nos damos cuenta de que lo mismo podemos trabajar para sentirnos completos y fuertes. El chiste está en lo que uno recalca. O nos hacemos infelices o nos hacemos fuertes. La cantidad de trabajo es la misma.
  • El guerrero aprovecha su centímetro cúbico de suerte: Todos nosotros, guerreros o no, tenemos un centímetro cúbico de suerte que salta ante nuestros ojos de vez en cuando. La diferencia entre un hombre común y un guerrero es que el guerrero se da cuenta, y una de sus tareas consiste en hallarse alerta, esperando con deliberación, para que cuando salte su centímetro cúbico de suerte él tenga la velocidad necesaria, la presteza para cogerlo. La suerte, la buena fortuna, el poder personal, o como lo queramos llamar, es un estado peculiar de cosas. Es como un palito que sale frente a nosotros y nos invita a arrancarlo. Por lo general andamos demasiado ocupados, o preocupados, o estúpidos y perezosos, para darnos cuenta de que es nuestro centímetro cúbico de suerte. Un guerrero, en cambio, siempre está alerta, tiene la elasticidad y el donaire necesario para agarrarlo.

No ponerse al alcance

Ese es el secreto de los grandes guerreros, el ponerse al alcance, y fuera del alcance, en el momento preciso del camino. Don Juan decía a Castaneda que debía aprender a ponerse adrede al alcance y fuera del alcance. 

Como va nuestra vida normalmente, estamos todo el tiempo al alcance sin saberlo. Ponerse fuera del alcance no significa ocultarse ni guardar secretos, sino ser inaccesible. No tiene sentido esconderse si todo el mundo sabe que estas escondido. Nuestros problemas de ahora surgen de ahí. Cuando estamos escondidos, todo el mundo sabe que estamos escondidos, y cuando no, nos ponemos en medio del camino para que cualquiera nos dé un golpe.

 

Don Juan decía que todos somos tontos, nos ponemos en medio del camino una y otra vez, hasta que no queda nada de nosotros para ninguna cosa, excepto si acaso para llorar. Y eso hacemos.

Debemos ponernos fuera del alcance. Debemos rescatarnos de en medio del camino. Todo nuestro ser está allí, de modo que no tiene caso esconderse; sólo nos figuramos que estamos escondidos. Estar en medio del camino significa que todo el que pasa mira nuestros ires y venires.

 

El arte de un guerrero es hacerse inaccesible. Eso significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco perdices; comes una. No dañas las plantas sólo por hacer una fosa para la barbacoa. No te expones al poder del viento a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.

 

Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a ti mismo y a los otros. Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede.

Un cazador sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de la que te estás agarrando. 

 

Ser inaccesible no significa esconderse ni andar con secretos. Tampoco significa que no puedas tratar con la gente. Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas o poder. Un cazador tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo. Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.

Tener a la Muerte como consejera

Nuestra razón nos dice constantemente que somos inmortales, que tenemos todo el tiempo del mundo para dudas, desconciertos y temores. Un guerrero en cambio, no puede aferrarse a los significados que se hacen bajo las órdenes del tonal (o percepción común de las cosas), porque el guerrero sabe con certeza que la totalidad de sí mismo tiene sólo un poquito de tiempo sobre la tierra.

Un guerrero piensa en su muerte cuando las cosas pierden claridad. La idea de la muerte es lo único que templa nuestro espíritu.

Cuando el conocimiento se convierte en algo que da miedo, el hombre también se da cuenta de que la muerte es la compañera inseparable que se sienta a su lado en el sofá. Cada trocito de conocimiento que se vuelve poder tiene a la muerte como fuerza central. La muerte da el último toque, y lo que la muerte toca se vuelve realmente poder. 

 

Un hombre que sigue los caminos de la brujería se enfrenta en cada recodo con la aniquilación inminente, y sin poder evitarlo se vuelve terriblemente consciente de su muerte. Sin la conciencia de la muerte no sería más que un hombre común envuelto en actos comunes. Carecería de la potencia necesaria, de la concentración necesaria que transforman en poder mágico nuestro tiempo ordinario sobre la tierra.

 

De ese modo, para ser un guerrero un hombre debe estar, antes que nada y con justa razón, terriblemente consciente de su propia muerte. Pero preocuparse por la muerte forzaría a cualquiera de nosotros a enfocar su propia persona, y eso es debilitante. De modo que lo otro que uno necesita para ser guerrero es el desapego. La idea de la muerte inminente, en vez de convertirse en obsesión, se convierte en indiferencia.

 

La muerte es nuestra eterna compañera, decía don Juan, siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Te vigila en todo lo que haces. Siempre lo estará hasta el día que te toque. ¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando? 

Cuando estemos impacientes, lo que debemos hacer es girarnos a la izquierda y pedir consejo a nuestra muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que nuestra muerte nos haga un gesto, o alcancemos a echarle un vistazo, o nada más con que tengamos la sensación de que nuestra compañera está allí vigilandonos.

 

Todos tenemos momentos de malestar en nuestras vidas, momentos de gran pérdida de energía.  Cada persona tiene una emoción asociada a ese malestar, unos tenemos el miedo, otros la tristeza, otros la rabia, etc. Los Toltecas descubrieron que detrás de esta emoción se escondía siempre el mismo elemento clave: La auto compasión.  Por nuestra configuración personal, cada persona tiene un impulso reactivo natural que nos lleva a sentir esa tristeza, rabia o miedo. Si profundizamos más y observamos bien, veremos que debajo de esa emoción  natural, se encuentra la auto compasión y entonces podremos cambiarla por la conciencia de nuestra muerte inminente. En cuanto nos hacemos conscientes de que pronto vamos a morir y de que nuestro tiempo en la tierra es muy pequeño, automáticamente nuestro ánimo cambia y dejamos de perder energía, entendemos que no pasa nada y que la muerte aún no nos ha tocado. A la luz de nuestra muerte cualquier problema de la vida diaria pierde toda su fuerza. 

 

La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sintamos que todo nos está saliendo mal y que estamos a punto de ser aniquilados, podemos volvernos hacia nuestra muerte y preguntarle si es cierto. Nuestra muerte nos dirá que nos equivocamos; que nada importa en realidad más que su toque. Nuestra muerte nos dirá: “Todavía no te he tocado”.

Debemos cambiar y pedir consejo a nuestra muerte y dejar la mezquindad de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar. 

Hacernos responsables de nuestros actos

Un guerrero acepta la responsabilidad de sus actos, del más trivial de sus actos. 

Lo que anda mal en nosotros según don Juan es que no nos gusta aceptar la responsabilidad de lo que hacemos. Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar la responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.

Don Juan no tenía duda ni remordimiento. Todo cuanto hacía era su decisión y su responsabilidad. La cosa más simple que hacía, llevar a Castaneda a caminar en el desierto, por ejemplo, podía muy bien significar su muerte. La muerte le acechaba. Por eso, no tenía lugar para dudas ni remordimientos. Si tenía que morir como resultado de sacarle a caminar, entonces debía hacerlo. Él decía que, en cambio nosotros, nos sentimos inmortales, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo  donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, sólo hay tiempo para decisiones.

 

Nos lamentamos toda nuestra vida porque nunca nos hacemos responsables de nuestras decisiones. Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas. No importa cuál sea la decisión. Nada podría ser más ni menos serio que ninguna otra cosa. En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes ni pequeñas. Sólo hay decisiones que hacemos a la vista de nuestra muerte inevitable.

 

El ánimo del guerrero

Si el guerrero siente que su espíritu está deformado, simplemente debe componerlo purificarlo, hacerlo perfecto, porque en toda nuestra vida no hay otra tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu es buscar la muerte, y eso es igual que no buscar nada, pues la muerte nos va a alcanzar de todas formas.

Buscar la perfección del espíritu es la única tarea digna de nuestro ser cómo humanos. 

Nos sentimos cómo una hoja a merced del viento. Desde el día en que nacimos, de una forma u otra, alguien nos ha estado haciendo algo en contra de nuestra voluntad. Por mucho que nos guste compadecernos a nosotros mismos, tenemos que cambiar eso. No encaja con la vida de un guerrero.

 

Don Juan decía que lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero. De nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero. Estamos donde estamos porque queremos estar ahí. Ya deberíamos haber asumido la responsabilidad completa, y la idea de que estamos a merced del viento debería ser inadmisible. La pena no encaja con el poder. El ánimo de un guerrero implica que el guerrero se controla y al mismo tiempo se abandona. Es una técnica difícil. 

 

Te puedes espolear más allá de tus límites si estás en el ánimo correcto. Un guerrero crea su propio ánimo. El miedo te puede meter en el ánimo de un guerrero, pero una vez que lo conoces, cualquier cosa puede servir para que te metas en él. Es conveniente actuar siempre con ese ánimo, acaba con la idiotez y lo deja a uno purificado.

 

Uno necesita el ánimo de un guerrero para cada uno de sus actos. De otro modo uno se debilita y se afea. No hay poder en una vida que carece de este ánimo. Mirémonos. Todo nos ofende y nos inquieta. Chillamos y nos quejamos y sentimos que todo el mundo nos hace bailar a su son.  Somos una hoja a merced del viento. No hay poder en nuestra vida. ¡Qué terrible es sentir eso!

Un guerrero, en cambio, es un cazador. Todo lo calcula. Eso es control. Pero una vez terminados sus cálculos, actúa. Se deja ir. Eso es abandono. Un guerrero no es una hoja a merced del viento. Nadie lo empuja; nadie lo obliga a hacer cosas en contra de sí mismo o de lo que juzga correcto. Un guerrero está entonado para sobrevivir, y sobrevive del mejor modo posible.

Un guerrero puede sufrir daño, pero no ofensa. Para un guerrero no hay nada ofensivo en los actos de sus semejantes mientras él mismo esté actuando dentro del ánimo correcto. El ánimo de un guerrero no es tan descabellado para nuestro mundo ni para el de nadie. Lo necesitamos para salirnos de todas las idioteces.

 

Lograr el ánimo de un guerrero no es cosa sencilla. Es una revolución. Considerar iguales a los animales, las plantas y a nuestros semejantes es un acto magnífico del espíritu de un guerrero. Se necesita poder para llevarlo a cabo. 

El Camino con Corazón

Cualquier cosa es un camino entre cantidad de caminos. Por eso un guerrero tiene siempre presente que un camino es sólo un camino; si siente que no debe seguirlo, no debe seguirlo bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debe llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrá que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para él ni para otros, en dejarlo si eso es lo que su corazón le dice. Pero su decisión de seguir el camino o dejarlo debe estar libre de miedo y ambición.

 

Don Juan prevenía a Castaneda: “Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me hablo de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera, ahora si la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor, ¿tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita”.

 

Es inútil desperdiciar la vida en un solo camino, sobre todo si ese camino no tiene corazón. Antes de embarcarte en cualquier camino tienes que hacerte la pregunta: ¿tiene corazón este camino? Si la respuesta es no, tú mismo lo sabrás, y deberás entonces escoger otro camino. Pero, ¿Cómo saber de seguro si un camino tiene corazón o no?  Cualquiera puede saber eso. El problema es que nadie hace la pregunta, y cuando por fin se da cuenta de que ha tomado un camino sin corazón, el camino está ya a punto de matarlo. En esas circunstancias muy pocos hombres pueden pararse a considerar, y más pocos aún pueden dejar el camino. Sólo hay que preguntar, no hay un método indicado. Un camino sin corazón nunca es disfrutable. Hay que trabajar duro tan sólo para tomarlo. En cambio, un camino con corazón es fácil: no te hace trabajar para tomarle gusto.

 

Para escoger un camino, uno debe estar libre de miedo y de ambición. El deseo de aprender no es una ambición. El querer saber, es nuestro destino como hombres, siempre y cuando no se haga por obtener poder, sino buscando el conocimiento, el saber.

 

Siempre hay que escoger el camino con corazón para estar lo mejor posible, quizá para poder reír todo el tiempo. En realidad, no hay diferencia intrínseca entre reír y llorar, y ambas cosas carecen de importancia; pero un guerrero tiene su preferencia, porque lo que escoge hace que su cuerpo se sienta mejor.

Hay hombres de conocimiento que al ver que todo es igual, deciden elegir su muerte y desaparecen así de golpe. Prefieren morir porque no les importa. Otros deciden vivir y reír, no porque importe, sino porque esa preferencia es la inclinación de su naturaleza. 

 

Si un hombre de conocimiento habla de que escoge, es porque ve, pero el asunto es que él no escoge vivir; su voluntad le hace seguir viviendo a pesar de cuanto pueda ver. Las personas comunes no entienden esto a causa de esa costumbre que tienen de pensar así como miran y de mirar así como piensan. 

 

Libro de apuntes que estructura todo el conocimiento Tolteca. En él encontraremos condensada toda la información que aparece en la saga de libros del autor Carlos Castaneda:

 

 

- Breve explicación de todos los libros que aparecen en la obra de Castaneda.

- Estructura de las enseñanzas de don Juan.

- El camino del guerrero.

- Acecho.

- Ensueño.

- Tonal y Nagual.

- Aliados o seres inorgánicos.

- La totalidad de uno mismo.

- Ejercicios prácticos de acecho y ensueño.

 

 

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Ilustraciones: Jesús Carrera Díaz